13. Caer

they will never
let me win

Busqué en un diario viejo la fecha de mi cirugía de columna, 9 de noviembre, 2018. No pasó tanto tiempo. Todavía me duele, aunque la fractura ya sanó. 

El dolor comenzó un año antes y fue incrementando con el tiempo. Al principio era una suerte de tirantez que molestaba en la zona lumbar y con el paso de los meses decantó en un infierno en la pierna. Era el ciático, pero no lo sabía entonces. 

El diagnóstico era espondilosis, y el siguiente paso la listesis, es decir, desplazamiento de la vértebra sobre el disco porque no había nada que la mantuviera en su lugar. Curioso que siempre me jacté de no haberme fracturado jamás. 

Mi mamá tuvo tres cirugías de columna que atravesaron mi adolescencia. Ella vivía postrada, caminaba muy poco y lloraba mucho. Yo no quería operarme, sentía un terror profundo, por lo que en mi afán de evitarlo agoté todas las terapias que iban dentro del tratamiento conservador. Luego probé otras, pero tampoco había gran resultado. Sí el dolor era menor, no tan lacerante como en un principio, pero era lo suficiente como para no dejarme vivir con normalidad. Mi día entero giraba al rededor de mi columna y aún así pasaba muchas horas en la cama. 

Lo que me llevó a tomar la decisión de operarme fue el darme cuenta que mi vida no podía ser peor si lo hacía. Ya casi no podía caminar, no toleraba estar sentada e incluso el estar recostada era doloroso. Despertaba con dolor y me iba a dormir con él. 

Tenía la cirugía programada para las 8 a.m., pero me operaron cerca del mediodía. Cuando entré al quirófano vi al lado de la camilla un armatoste medieval en dónde yo iría boca abajo. Desperté camino a mi habitación, recuerdo decirle al camillero algo así como "tuve sueños, raro ¿verdad?".

Tuve que pasar cuatro días internada gracias a una mala reacción a la anestesia y al tramadol. La primer noche no dormí por el dolor que sentía, fue horrible. La segunda, me levanté lentamente para ir al baño y tenía la presión tan baja que me desmayé, me golpeé la cabeza y quedé inconsciente. No recuerdo la tercer noche, pero al cuarto día me llevaron a casa, donde vivíamos con L. 

Detallar todo lo que vino después me es muy extenuante y me pone muy triste, pero la recuperación no fue fácil. Tarde tres meses en caminar con cierta normalidad, y todavía tenía secuelas. Hay una realidad que es que mi calidad de vida mejoró muchísimo, trato de no olvidar eso. 

El otro día el médico me dijo que uno de los implantes se había aflojado. Calculo que esto me valdrá otra visita al quirófano.

Mañana será otro día. 

D.