17. Carencias
Por ahí te quisiera si hubieras terminado la carrera a los 23 años o si hubieras conseguido algún trabajo de 9 a 5 que te permitiera ir de vacaciones 15 días a Santa Teresita por tu cuenta. O lo haría si no te hubieras mudado tantas veces o si fueras todos los domingos al asado familiar. Tal vez te querría entonces, durante un rato, no mucho más. Porque él sólo puede querer así, de a minutos y a cuestión de méritos.
No podes refugiarte en ningún lado, se taparon todos los recovecos. El hombre que tanto admirabas en tu adolescencia está tanto o más roto que vos, se ha vuelto pequeño y evasivo, tiene otros problemas que le hacen hablar rápido y no verte realmente. El joven con el que salías se fue, a pedido tuyo sí, se fue. No le diste espacio al diálogo porque no te interesaban sus excusas, pero extrañas las noches, las caricias y el vino. Extrañas las mañanas tenues con música y café mal hecho (toda vida vuel-ve a ca-er, vuel-vo a ca-er, como aprendiz como dios...). Tu ex es otro desastre, un trabajo horrible que lo hace infeliz, está cansado hasta el hastío y aún así por las noches no duerme. No tiene tiempo de escucharte ni energía, es esclavo de su madre, una furia andante, violencia en movimiento. Es esclavo de sus deudas. Nunca te perteneció. Ah, y tu otro amante, otra vida que querés ordenar para no tener que mirar la tuya, que es una mierda. Hacerte lugar en cualquier lado, cocinar para alguien más, mostrarle esa serie que tanto te gustó y hablarle de los libros que publica Anagrama. Repetir de nuevo lo que ya falló muchas veces.
Tu papá no te quiere, deja de buscar ese amor afuera, ya no te sirve.
D.