32. vidas

pero en verdad no sabemos
cómo mueren
los solitarios


Morirme.

La idea me da cierta tranquilidad. Siento que esta vida está arruinada, como si la hubiese manchado sin querer.

En mi cabeza habito otras vidas, una y otra vez.
Me quedaría boca arriba, nombrando estrellas hasta perder la cuenta, rozando el pasto con la yema de los dedos, escuchando las voces del universo antes de cerrar los ojos.

Él me duele.
Me duele hasta la médula.
¿Cómo es posible amar con tanta intensidad y, al mismo tiempo, sufrir así?
Ningún dios debería permitirlo. Ni siquiera uno ausente.

No puedo arreglar la desdicha de mi madre. Sé que no me corresponde, pero su dolor se me instala en el pecho como una piedra. Y desde ahí me arrastra hasta los dolores de mi infancia,
esos que aprendí a silenciar demasiado temprano.

Gloomy Sunday.
Una y otra vez.
Versiones distintas de la misma herida.
¿Será cierto lo que dicen?

Voy a enloquecer bajo este cielo.

D.