33. ofensas
Quiero que me pidas que me quede.
Que me pidas que permanezca a tu lado.
Que me pidas que viva.
Te estoy perdiendo cada día un poco más.
Y no hay nada poético en la forma en que sucedió.
Nos lanzamos las ofensas como piedras, cuando todavía no habíamos terminado de sangrar.
Meto la mano en tus heridas esperando que seas vos quien me cure a mí.
Quiero verte otra vez, apoyado en la barra de alguna fiesta trasnochada, y que me sonrías cuando te sonrío.
Odio llorar y que al caer las lágrimas vos no estés cerca, sino del otro lado de la cama, con la mirada perdida. Sabiendo que no queda nada entre nosotros, pero con miedo de decirlo.
Quiero que me hables como si nunca me hubieras conocido. Con esa alegría liviana que se tiene cuando el otro no duele.
Me gustaría que seas feliz.
Pero vos nunca saliste del mar de tu tristeza. Y quizás te acercaste a mí porque me viste en el mismo mar y pensaste que te estaba saludando.
Pero no.
Mi mano era el espasmo de los ahogados mientras se hunden.
D.