52. kitten

¿Qué ocurre cuando una vida se desvanece? 
Quizás otro color desciende sobre el mundo, 
y se agrega a la gran suma imperfecta y fluctuante. 
Pero no podemos estar seguros.


Soñé que me llamaban de esa cafetería que tanto me gustó, en la que tuve una entrevista el viernes (sentí que fue positiva, pero no he vuelto a tener noticia al respecto). No me decían que estaba contratada pero en su lugar me entregaban una bolsa enorme con todo lo que necesitaba para comenzar a trabajar. En ella, habían un montón de papeles importantes, todos con mi nombre mal escrito.

Tengo a Ceniza durmiendo en mi pecho mientras tecleo. No debería tensionarme tanto, ella sabe más. Estoy en la cama, abrigada del frío incipiente que anuncia la llegada del invierno y con algo de dinero para ir a comprar el pan más tarde, cuando los negocios vuelvan a abrir. 

Tuve varias entrevistas este último tiempo, podría estar trabajando como camarera o barista en algún lugar si así lo quisiera. Pero decidí ir más alto y no aceptar miserias como salario, no quiero volver a ver mi tiempo perderse por dos mil pesos al final del día. Aunque obrar así trae consecuencias. La primera, la falta de guita (no es asunto menor); la segunda, la ociosidad que no es gran amiga de mis recurentes depresiones. 

Le debo dinero a un par de amigos y todavía no le pagué a la psicóloga. La cuentas del mes están todas abonadas por lo menos, no es que sea gran noticia, porque la luz nos la cortan igual en este barrio y mamá siempre tiene algo de qué quejarse. Pero lo urgente está, si es que sirve de algo. 

Las corrientes psicopositivistas de la literatura (todos bastardos de Paulo Cohelo y Rhonda Byrne) insisten en que si deseas algo con la intensidad suficiente, el Universo te lo otorga. Es curioso, porque cuando deseo demasiado algo, llega, pero no en la forma en la que esperaba recibirla. No sé qué es esta vida que estoy llevando porque sigo esperando a que comience. No culpo a nadie, sólo estoy cansada, hace rato lo digo. Me gustaría recibir una noticia excepcional, algo nuevo que me sacuda de esta quietud anímica, que me saque el miedo de salir a la calle en este barrio de mierda. 

Sigo leyendo, últimamente medio libro por día, viviendo otras vidas y aprendiendo de experiencias ficticias. C. lee sólo libros de autoayuda, los odio y ni el cariño que le profeso me haría leer uno. La verdadera libertad está en otro lado, no en Cómo sér millonaro o en Padre Rico y Padre del Conurbano. Prefiero guiarme por mis caprichos a la hora de elegir qué leer (puedo oír su voz diciendo que ahí está mi error), pero no quiero ser rica. Quiero que me alcance para el pan y para la comida de la gata, una buena comida que la mantenga saludable. Con ese tipo de riqueza me es más que suficiente. 

Espero conseguir alguno de estos trabajos en donde tuve entrevistas, así puedo comenzar a operar sobre mi realidad. Y comprar la comida del gato. 

D.