58. arder

pourquoi durer est-il mieux que brûler? 


Si arder, al final, es lo más sensato. Ver todo incendiarse, como un espectador. Dejar que el techo se desmorone, que se marchite la planta que regaste con esmero, ver marcharse a ese amor que creíste definitivo. Para qué durar, si estamos condenados a la impermanencia y a la muerte. 

Es nuestro cuerpo quien recuerda. El dolor de cintura, ese hombro eternamente contracturado, los dedos del pie como garra cerrada, las piernas que nunca volverán a ser un manto liso y, algún día tu rostro frente al espejo del baño, confirmándolo todo.  

Que preferías arder. 

Mamá siempre encontraba cierto placer en compararse con un fénix. En sus palabras "el ave fénix que renace de las cenizas". Pero mamá: renace, frágil, fetal, infedenso. Imaginate si cae del nido y se estampa contra el piso. O la rueda de un auto le pasa por encima.

Pero te doy la derecha y supongamos (sólo supongamos, mamá), que el ave sobrevive a todos los inconvenientes de la vida. ¿Para volver a arder? ¿Valen más mil vidas consumidas por el fuego? Por qué querrías mil vidas de contrariedades. 

Te entiendo, igual. Durar como un acto de resiliencia, pero arder como una compulsión del alma. 

Me alojé en mi mente, abusé del miedo y me permití mirar hacia atrás. Porque la mente recuerda y recordar es pasar por el corazón, una y otra vez como un acto laserante que convierte al órgano latiente en un nervio profundo. Ardemos toda la vida, hasta el último suspiro. 

D,