67. bar

en el eco de mis muertes
aún hay miedo

Las peleas. No quiero que se hagan costumbre, que se vuelvan parte de las incomodidades cotiadanas. Es tan difícil amoldarse al otro, hacer de tu casa mi casa, de tu cuerpo mi hogar. Entregarte un espacio en el hueco de mi brazo que sea sólo para vos. Y los ruidos de afuera, de la gente que viene, del celular, las llamadas, las obligaciones, los amigos, aquellos que no conozco pero que tengo que. Qué difícl es. 

Pienso en vos y veo tus ojos mirándome desde atrás de la barra. Tu gorro de lana, las pecas, esa cicatriz debajo del ojo. Y tu mirada. Las manos sobre la taza azúl. Darme vuelta y verte ya marchando, saludando desde lejos. O peor, no verte, que no estés y que con esa decepción tenga que seguir con el resto del día.  

Me gusta enredarme en vos por la noche, ya no concibo otra forma de dormir. Cuando pensé que no iba a volver a querer así te sentaste a tomar un café. 

Por favor entendé mi miedo desesperado, que cada día estrujo y pateo a un costado pero querido perdón, a veces asoma, respira. No sabés cuánto amé en mi vida, la seguridad que tuve de que el amor iba a acompañarme para siempre. Pero las personas cambiamos, nos decimos cosas horribles, damos todo por sentado y después el dolor, la pérdida, el duelo, las pesadillas. 

No quiero despertarme sola después de haber soñado con vos. Quedate un poco más sentado en la barra, te hago otro café si querés. Va por mi cuenta.

D.