71. (sin) rumbo
Por primera vez me generó algo la política de este país. Preocupación, inquietud... pero algo. Hasta entonces, solo había vivido al margen. Aunque eso también es una decisión política.
Volví a jugar a los Sims 1, como si fuera el 2004. Clickeo objetos, construyo casas, hago que duerman, que coman. Me fascina la posibilidad de ese mundo mínimo.
No tuve noticias de Farmacity. Tampoco de ningún otro lugar. Mañana voy a mandar un mail. También voy a salir a dejar currículums, como si la voluntad bastara para torcer el curso de algo. Me molesta estar así. Me arrepiento de muchas cosas.
Sé que no tiene sentido, pero igual me veo en otras versiones de mí, más valientes, menos impulsivas. Imagino decisiones mejores. Y me duele saber que tuve herramientas, oportunidades pequeñas, y que no supe usarlas. La ansiedad de mis veinte fue una niebla densa. Todo lo que toqué entonces me quemaba o se me escurría.
Cuando me doy cuenta de que me estoy enredando otra vez en lo mismo, tomo una risperidona. Volví a los antidepresivos. La mente está más callada. El espíritu, más quieto. Como si me hubieran apagado el sonido, pero no el peso.
Pensé en escribir sobre muchas cosas. Ahora no recuerdo ninguna. Es como si cada idea se hubiera hundido apenas quise sostenerla. Odio esta sensación de no tener nada. De estar sin dirección, sin urgencia, sin impulso. Sin sentido.
Ni carrera, ni trabajo, ni pasión, ni hijo, ni padre.
¿Quién soy si me despojo de todo?
¿Qué tengo para defenderme?
Nada.
Realmente, nada.
D.