94. presión

La muerte mece su cuna
Que al fin la mala fortuna
Se vaya a dormir un rato
Se quite traje y zapatos
Se olvide de mi existencia

No puedo hablar, me responde mamá. Hoy se llevaron a los perros, un pensionado que ella encontró, en el que dice tener confianza. Pagamos la cuota de enero y el dinero de una bolsa de alimento. 

No puedo hablar, me vuelve a responder cuando le digo que me llame, que me cuente, que llore. La entiendo, yo tampoco podría, es un dolor que no cabe dentro del cuerpo. 

Quiero no caer en un lamento, pero la veo a ella ahí, en la casa de Bernal, sola, puede que con la gata sobre ella, llorando. Llorando como una niña, llorando como alguna vez la he visto. Llorando como yo lloro. 

Hoy tendría que haber estado a su lado, como estuve todos los días al lado de mi abuela. Pero me desperté cerca de las 6 a.m. con un dolor espantoso en el estómago, bañada en sudor y la presión bajísima. No comía desde la mañana del día anterior y mi cena fue una copa de vino. Me levanté y sentí que me desmayaba. Tenía que sostenerme de los muebles y cuando llegué al baño terminé apoyándome en la ventana. Sudaba frío, helado. 

Cuando regresé a la cama me tomé la presión con el tensiómetro automático. El ruido despertó a Vinicio. 94/62 mmHg. ¿Te sentís mal?. Levanté las piernas y él me trajo algunos granos de sal. Me preguntó hacia cuánto no comía. 

Me despertó alrededor de las 9 a.m., insistió para que vaya a desayunar con él, pero me sentía agotada, el sueño se cernía sobre mi y pesaba en mis pápados. Desperté al mediodía, desayuné poco. Estaba débil, los brazos colgaban sin fuerza. 

Pero tenía que ir a Bernal. Mamá me esperaba, tenía que ir. 

Me duché y sentí que iba a desvanecerme. Regresé a la cama, hacían 32° C a la sombra, no había manera de que fuera, que esperara el 22 en Retiro. 

No fuí, y mamá no puede hablar. Fallé. 

D.