99. jardín

Le cuento lo de Nishio-san. Al final de mi relato, digo:

–La memoria es una aventura extraña. Nishio-san recuerda los más mínimos detalles de mi infancia pero en cambio no se acuerda de Fukushima.

–Me parece normal que sólo recuerde las catástrofes más graves.

Rompo a reír.


Desperté cerca de las 9 a.m, me levanté medio dormida y me dirigí al baño. Nos acostamos a las dos de la mañana, tenía sueño, tengo sueño, pero mi cabeza comenzó a funcionar. 

Vuelvo a la cama, Vinicio duerme, corroboro que no haya extendido sus piernas hacia mi lado. Me acuesto, tomo el teléfono, tengo un mensaje de la dueña de la casa de Bernal, leo por arriba "Ya es 11 y no pagaron el alquiler". Lo archivo, abro Instagram, veo una historia de Alex, un atardecer, cierro la aplicación, dejo el celular, intento dormir. 

Espero que suene la alarma de Vi pero no pasa nada. Doy un par de vueltas, pienso en el sueño que tuve, en mamá, en los perros. Necesito escribir, aunque vuelva a recostarme luego, si no escribo no voy a poder. Me vuelvo a levantar, preparo café y me siento frente a la PC. 

Soñé con mi familia paterna. Estabamos todos sentados en una mesa larga, que se extendía hacia un jardín floreado. Nunca nos sentamos a la interperie a comer, la mesa siempre estuvo en la galería de la casa verde. Si, daba a un jardín, pero no era frondoso, sólo pasto, el morero fue talado hace muchos años. 

En mi sueño, había un banquete, mi tío estaba a mi lado y por momentos mi padre frente a mi. Mi abuelo también estaba, pero parado, caminaba de un lado a otro por el jardín. Hablaba con nosotros, era solemne, sonreía. Iba y venía, en una de esas vueltas llevaba la bicicleta de carrera que usaba hace dos décadas. Era el hombre que conocí toda mi vida, con quien no tuve relación más que a la distancia, aunque estuvieramos sentados cerca. 

Mi relación con él se estrechó en los últimos meses, cuando él ya estaba postrado, cuando no quería levantarse, cuando lo cuidé como aprendí en las prácticas de enfermería. 

"¡Cómo mejoraste!" exclamaba mi tío. Papá sonreía. Me doy cuenta entonces que algo está mal, no estamos en un pasado, es el presente. Mi abuelo mejoró, estaba despierto y alegre, quería comer, hablaba. Eso sólo significa una cosa cuando ocurre en pacientes de paliativos, la muerte. Es la última tregua, la lucidez terminal. Son unos instantes o incluso días de recupero, la familia siempre se sorprende, parece que las cosas van a cambiar, es extraño. El personal de salud ya sabe, ve la guadaña. 

Me detengo y le escribo a mi abuela. Las últimas semanas de diciembre la vi todos los días, fuí cada tarde al Hospital Alemán para que ella pudiera salir a tomar un café. Hablamos mucho. Ella sobretodo. Me habló de que estaba cansada, del comportamiento de mi padre, del libro que estaba leyendo, de la situación en el medio oriente. Me relató la muerte de su único hermano mientras sostenía mi mano y la de mi abuelo en la cama, fue el único momento en el que se animó a llorar. 

Algunas veces le comenté acerca de Vi, de lo mal que estamos, de las peleas. Le conté que ni le lavo la ropa porque estoy enojada, que no pienso criar adultos. Me dijo que no sea guacha, que soy muy orgullosa. Puede ser, aunque dejé que la ropa se apilara igual.

Por todo lo que estuvo pasando con mi mamá no he podido verla. Viajé mucho desde que inició el año, de un lado a otro. Hace dos días fuí a ver a mamá después de enterarme que hizo todo para el orto con los perros. No era un pensionado sino una guardería, pagó 15 días y dijo que la iban a operar, que no tenía hijos, que su teléfono los tenían las enfermeras. 

De nuevo, su red se extiende hacia mi, más cosas para solucionar. La fuí a ver hace unos días, la expuse sin muchos miramientos, ella lloró, pero poco. También es orgullosa, se defendió, sus disculpas eran falsas. O no lo sé, siempre me confundió. Tengo el mismo poder que ella, esa habilidad para manipular. No la utilizo jamás, debo tocarme el alma, ser honesta en mi palabra. 

Pero he mentido en los últimos días, ¿Qué tan lejos estoy de ella entonces? 

Sé que me van a seguir escribiendo por el alquiler, no me interesa mucho. Desconozco qué problemas pueden venir más allá de alguna amenaza. No firmé ningún contrato ni creé yo la situación, pero por algún motivo siento que estoy haciendo las cosas mal. Que fui yo quien escapó, mintió, rogó. Que soy yo quien se está cagando en el otro y no mamá. 

Es horrible, comienzo a sentirme mal, mi respiración se hace más profunda, siento los latidos del corazón, el instinto de huída se activa. Mi psiquiatra me dijo que me aparte. 

Eso es imposible. 

D.