102. wave
"Sos una hija de puta".
Las palabras resuenan todavía, afiladas, como si el eco se hubiera instalado en mi pecho. Ayer fue un día de malos augurios: gestos de desdén, miradas torcidas, un aire denso que se fue espesando hasta volverse irrespirable. Como antes. Como cuando todo era insostenible.
Y por la noche, siempre lo peor. Él, estirado en la cama, dándome la espalda, impenetrable. Yo, llorando en silencio, con el estómago hecho un nudo. Quiero hacerle entender. Pero, ¿qué hay que explicar cuando el otro ya decidió no escuchar?
"No me molestes".
Luego la pregunta que había dejado de hacerme. La pregunta que me hace sentir que soy yo la que está rota.
"¿Por qué sufrís tanto?"
Y ahí está, otra vez. El hombre que me odió durante meses. El que resoplaba fastidiado si tenía que sostenerme cuando me derrumbaba. Me pregunto, como antes, "¿Por qué me odiás?" Pero no lo digo. No vale la pena.
Salgo a pasear al perro. Cuando vuelvo, las luces están apagadas. Nadie me espera. Me quedo en el banco de la entrada, con las manos en sobre el regazo, la mirada hacia abajo. Pienso que tendré que dormir en el colchón otra vez. Como tantas otras veces.
Pienso en Mico. En su silencio. En lo rápido que decidió borrarme cuando le dije que decidí seguir con Vinicio.
Pensar en ella me lleva inevitablemente a Valeria. Una búsqueda rápida en el teléfono y ahí está su cara: el rostro alargado, los ojos como joyas, la sonrisa con filo. Hay algo en ella que siempre me fascinó. Algo que me sigue llamando.
Era obvio que la iban a descubrir. Lo dejó todo expuesto, las señales estaban por todas partes. Nicolás no quiso verlas. O peor, las vio y pensó que no tenía que preocuparse. Que ella no era capaz. Que Valeria era suya.
Y al final, ella lloró. Lloró como una nena, como alguien que nunca pensó que el castillo de naipes podía derrumbarse. Se quedó dormida en la cama equivocada y, al despertar, ya no tenía nada. Perdió su hogar, su comodidad, su estatus.
El absoluto desarraigo.
Me quedo con la mirada fija en la pantalla del teléfono. Me quedé sin ganas de elaborar.
D.