114. mueble
Pero lo cierto es que, en su momento, fue Chela quien me llamó alarmada. Me dijo que mamá le debía plata hacia mucho tiempo y que siempre le estaba dando de comer porque en la heladera no había nada.
Fue durante la época del embargo, cuando al Banco Piano se le ocurrió dejarle apenas unas migas de su jubilación y yo no sabía nada. Fueron meses en los que ella vivió así, de los vecinos, pidiendo plata y comida, hasta que salí yo a devolver ese dinero y pedir disculpas. Recuerdo estar en el bondi camino al trabajo mientras recibía audios de otra vecina casi insultándome. No fue la primera vez en mi vida (la primera fue la panadera de Villa Urquiza, llamó por telefóno para reclamar 1000 pesos que mamá le debía, creo que por el 2009, yo tenía 15 años).
No sé si mamá elige no recordar esas cosas, o si simplemente se ha contado un relato más llevadero, y en ese relato ha decidido vivir.
Ayer cuando la vi ella estaba despeinada, con todo el pelo recogido hacia atrás y sostenido por una vincha gruesa que le despejaba la frente. El departamento de Fabio es pequeño; los muebles, cargados de objetos, dan una sensación de desorden constante, pese a los intentos de mamá por mantener todo limpio. Siempre hay un olor extraño que jamás puedo determinar de dónde viene.
Sería más fácil si Timmy no estuviera. Pero no conseguimos quién lo adopte y, a decir verdad, hace tiempo que dejé de intentarlo. La gata, en cambio, no ocupa espacio. Hasta parece estar cómoda. Si fueran solo mamá y ella, quizás el ambiente sería más respirable.
No sé cuánto tiempo más va a tolerar mi hermano que mamá viva en su casa. Le cobra un alquiler mínimo, le pide poco: que no se mande ninguna cagada, que ya tuvimos suficientes.
Todo esto surgió por hablar de los muebles. Y la verdad es que no sé si se los dio a la vecina. Con mamá es difícil confiar: la palabra y la realidad no siempre caminan juntas. Y es una lástima. Vivir sin honestidad desgasta. Me pregunto cuántas veces habrá tenido que mentirse a sí misma para hacer tolerable su vida. Cuántas veces habré hecho yo lo mismo.
Y, aun así, elijo creerle. Elijo creer que los muebles se los dio a Chela.
D.