118. cofre

 Casi pido a los dioses que hubiere que me guarden aquí, como en un cofre, defendiéndome de las amarguras y también de las felicidades de la vida.


Vi todavía duerme, se acostó como a las seis de la mañana, así que tengo un rato antes de que despierte y algunas cosas tomen movimiento. Estoy tratando de escribir más, aunque a veces no sepa bien qué decir. 

Leer, escribir, leer, escribir. Salvarme.

Me hice un té (café todavía no, sigo con el estómago sensible) y puse a lavar la ropa que pienso usar mañana en Campo Chico. Afuera el sol ya secó las nubes que dejó la tormenta, así que colgaré todo en la soga. Dentro, no quiero dejar nada por la gente que viene por la noche. 

No hay mucho que hacer, más que lo de siempre cuando se recibe visita: despejar la mesa. Por más que intente mantenerla vacía, siempre está cubierta de cosas. Ahora mismo, una pila de libros espera que los publique. Ojalá hoy.

Lo que sí, tenemos demasiadas cosas que sacar a la calle y no sé si nos de el tiempo. Por lo menos sé que a mi no me daría el cuerpo para hacerlo sola. 

Tengo el celular con varios mensajes sin abrir. Un audio de papá, las demandas de mamá en relación al dinero (me volví su tesorera y contadora), algunas cosas de Ale, mensajes de Gabriel a quien desde que terminó la cursada no le estuve dando mucha atención. No quiero abrir ninguno, ciertamente. Tampoco estoy abriendo los de Instagram, aunque esos sólo son reels que no demandan una atención real hacia el otro. Creo yo. 

Tengo suficiente conmigo misma en este momento. Anoche leí, en un pasaje de Pessoa (Desasosiego), algo así como que quería esconderse en un cofre que lo mantenga lejos tanto de los pesares como de las felicidades de la vida. Luego lo citaré propiamente. 

Voy a tratar de hacer de este día algo, sino bello, al menos agradable.

D.