123. dólar
Descanso. Voy a la universidad con la medicación corriendo por la sangre. No quiero perder clases que disfruto. Me dolería ausentarme de Mundos Antiguos, una de mis materias preferidas. Colonial Americana, bueno, habrá que hacerla para poder pasar a otra cosa.
Ayer estuvo Juan. Su presencia es dulce. Me trajo algo para comer, y por la mañana sacó a Elvis para que yo pudiera dormir un poco más. Le hace companía a Vi, que se entre las plantas, tranquilo.
Hoy veré a la ginecóloga. Consulté con Fer, pero la cirugía con él cuesta mil dólares que no puedo pagar. Es una pena, porque es el único ginecólogo en quien confío. Vi quiso darme el dinero, pero no quiero que cargue con eso, ya es mucho lo que hace por mí sin siquiera darle nombre.
Lo llamé a mi padre, quien sí podría poner el dinero. Se negó.
Fer, mientras tanto, me dio las órdenes para iniciar estudios y pedir autorización a la obra social. Ojalá la doctora de hoy pueda operarme y comience a buscarme fecha. No quiero seguir esperando. Me preocupa que el quiste se tuerza. El dolor, no quiero más dolor.
Anoche le conté a Juan mi miedo: que me quiten una trompa de falopio. Cada vez que me operé (dos hasta ahora, esta será la tercera) temí lo mismo. No por la maternidad, que me resulta ajena, sino por la mutilación. No quiero que me arranquen partes del cuerpo.
Y me insisto en la misma pregunta: qué es un cuerpo hermoso. Miro mi rostro que empieza a aflojarse. Solo el conocimiento puede salvarme.
D.