124. sucia
Lo bajo. Sábado. Este barrio de mierda. Siempre hay gente a esta hora. Los que salen a bailar, los que van a la Costanera, los que cruzan Libertador hacia Barrio Norte. Autos, camperas de cuero, cabellos rubios, manadas de hombres.
Y me olvido la bolsita, la puta bolsita. Cualquiera igual, puede pasar. Para qué.
"Eh vos, sucia! sucia de mierda! levantá la caca, asquerosa!"
La puteada gratis, de arriba. Un grupo de pibes en un auto del orto. "No tengo bolsa, no traje. Si tenes, damelá." Pero la lógica no entra en la mente del simio. Otra sarta de insultos y chiflidos.
Tan macho no sos, hijo de puta.
Cuando volví al departamento le suelto la correa a Elvis y me apoyo en el marco de la puerta. Respiro. No es la primera vez. Es el barrio, en otro lado no pasaba. O será el año, o el gobierno, o el país. No lo sé.
"Esos tatuajes te hacen ver sucia" me dijo un día una vieja, de la nada, repentinamente, mientras yo estaba esperando el bondi para ir al trabajo. Así, como digo, repentino. Pasó caminando y escupió las palabras a mi lado. Apenas atajé a decirle algo. Desee la fractura de su cuerpo frágil. Tanto como deseo que esos niños-hombres estampen el auto contra un poste.
Es este barrio, no lo sé.
Me senté y comencé a llorar, me sentía impotente. Un dejo de eso tengo en el cuerpo porque sino no estaría escribiendo acá, gastando palabras para esto.
Revisé el teléfono y justo tenía un mensaje de Flor agradeciéndome por los parches para acné que le regalé. Le pedí que me llamé y lloré al teléfono. Hablamos casí dos horas. Me dió dos horas de su tiempo, de su madrugada, de su descanso. Sólo para mi.
Con sus palabras borró las que habían quedado clavadas.
Con su voz limpió la mugre del barrio.
Con su ternura se hablandaron mis músculos tensos.
La abrazo eternamente, nunca podré amar más a nadie.
D.
