128. arpías
El dios me prometía su seguridad, que ella viviría. Los buites no podrían dañarnos. Pero yo les veía sus rostros, de cerca, las plumas entre los cabellos.
No recuerdo qué me pedía a cambio el dios. Creo, incluso, que estaba confundido, que ni él estaba seguro de las consecuencias que implicarían darnos protección.
No tengo hija. Tampoco estoy segura de tener Dios.
Dormí poco. Me habré acostado alrededor de la una de la mañana y desperté a las seis, por un ruido que venía desde el cuarto de cultivo de Vi.
Me sobrevino una angustia terrible, la misma que me está acosando por las noches. "Me arrepiento" fueron las primeras palabras que brotaron en mi mente, en la oscuridad del cuarto. Me arrepiento, me arrepiento, me arrepiento. ¿De qué? De todo. Esta vida, en general. Desperté con la absoluta seguridad de que sólo hago daño. Que intoxico a las personas de alguna manera.
No es del todo cierto. Me parece.
Pero hay daños que he hecho. Cosas a las que no puedo volver atrás. No puedo habitar en el pasado ni ver hacia el futuro, como Séneca. Estoy paralizada en este presente tan lleno de mi.
Temo nunca poder perdonar. Temo seguir siendo cruel, absolutamente cruel.
Qué más puedo decirme antes del alba.
D.