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Después de una noche mal dormida, 
nadie gusta de nosotros.


Una electricidad sube sobre mi espalda y se extiende hacia mis dedos que comienzan a teclear. Escribí, escribí, escribí. Es lo único que te puede salvar. 

Llevo días sin poder sentarme frente a la computadora y poder derramar aunque sea una palabra. Demasiado ruido, por todos lados. Ruido en el tren, en la calle, en los cafés, en el colectivo, en mi casa, ruido al despertar, palabras, palabras, palabras que no quiero escuchar. 

Silencio. 

σιωπή.

Días donde los pensamientos se arremolinan en mi cabeza y me comprimen el cuerpo. Me quiero cerrar sobre mi misma, enterrarme en el centro de mi estómago y desaparecer. Son tantas las imagenes que llegan a mi mente que no alcanzo a recordarlas. Algo sobre el nombre de la esposa de Alex, el mantel que quiere mamá, Leonardo recorriendo los tachos de Recoleta, el pasto de Bernal, la mirada que puso Julio cuando vió un vídeo, un dato sobre Jung que Juan dijo al pasar, una idea para escribir, las patas del gato Segundo sobre mi pecho. 

Despierto y cuando lo primero que escucho son voces, me quedo en la cama más tiempo. Lo oigo a Julio ir y venir por el pasillo hacia el cuarto de las plantas, moviendo cosas, abriendo puertas, llenando baldes. Lo oigo a Juan detrás de él, hablando, comentando cosas, que el trabajo, que las ofertas, que los proyectos. Mirá, yo te explico cómo es la cosa.

Te explico.
Te explico.
Te explico.

No puedo entender esa manía masculina de hablar sobre aquello que no entienden, que apenas rozan con la yema de los dedos pero es más que suficiente para darles capitanía sobre el asunto. Ellos, los hombres, que saben, saben todo, entienden, lógica. Creen pisar sobre las baldosas de la razón y no entienden lo desesperantes que pueden ser cuando sus pies tocan el barro mojado en la calle mal pavimentada.

Es que hay algo insatisfactorio en todo argumento lógico, ya que se inserta dentro de una red de verdad o mentira a través de la cual se escapan los sufrimientos, las obsesiones, los dolores, los arrepentimientos, las tristezas y las debilidades. Esto es verdadero, aunque duela, aunque te haga llorar, aunque te oprima. Es verdadero porque sino sólo tiene que ser falso. 

Vení, te explico.
Te explico incluso aunque no quieras.

D.