133. mensaje
Papá y Patricia se movían entre habitaciones, como sombras cambiando de escenario. Después, papá estaba en una cama. Tenían que operarlo de la espalda y, de algún modo, me pedían a mí un consejo. En cierto momento lo vi en una clínica oscura, brutalista, con la espalda cosida, igual que la mía alguna vez. La herida inflamaba la carne, terrible, desbordada.
Desperté atravesada en la cama, el cuerpo estirado de lado a lado. El día, sin embargo, fue sereno. Fui al correo a retirar unos libros sobre historia griega que Vi me regaló. De regreso trabajé un largo rato, cené temprano, paseamos con Elvis y, al volver, me di un baño extenso.
El día fue tranquilo. Me pregunto qué quiso decirme ese sueño oscuro.
Casualmente, después del baño recibí un mensaje de papá. Era una foto con Patricia y su sobrina Agos. Hace unas semanas viajó a Chequia, y supongo que recorrieron otros países hasta llegar a España, desde donde me escribió.
Le respondí: “¡Qué lindo! Besos”. Impropio. Hubiera querido decirle que yo también querría estar ahí, que no comprendo cómo nunca me llevó en alguno de sus viajes. Al menos a España, país que pisó tantas veces. Me habría gustado confesarle que veo envejecer mi rostro y que, a pesar de todo, sigo sintiéndome desamparada. Quisiera decirle que pasé demasiado tiempo intentando salvar mi niñez, y ahora necesito curarme de mi juventud.
Pero le respondí que era una linda foto.
Aún no es tarde; mañana tengo universidad, así que leeré algún paper pendiente. Luego iré a la cama con Elvis, dormiré, y dejaré que el sueño me invente un destino.
D.