141. chainsaw

Ojo de cielo nocturno
Que indica mi turno de irme de aquí


Un hombre que vive en la calle rezó por mí.

Anoche, cuando salimos del cine con Julio y Juan, comenzó a llover con fuerza. Julio caminaba por delante, en silencio, con la cabeza adelantada a su cuerpo. A veces se daba vuelta para comprobar si lo seguíamos. El agua nos empapaba la ropa, y el ruido de la lluvia se mezclaba con el de los colectivos que pasaban. Juan intentó decir algo sobre la película, pero incluso responderle dolía.

Al llegar a casa vimos a Antonio, que se refugiaba bajo la entrada de un edificio. Lo saludamos, y apenas verme me preguntó:
—¿Qué pasa, ma?
—Ahora saco al bicho y charlamos —le dije.

Subimos en silencio. Julio, como siempre, enchufó el celular y se quedó mirando reels apoyado en el marco de la puerta. Juan buscó sus cosas y se apuró a marcharse.

Todavía con el pelo mojado, le puse la correa a Elvis y salí. Caminamos hasta donde estaba Antonio, y me senté junto a él.
—¿Qué pasó, ma, que estás tan triste?
—Tengo problemas con mi novio —respondí—. Creo que me quiero separar.
—Pero no te pega, ¿no?
—No. No, Antonio. Él no es así.

La lluvia seguía cayendo. No supe qué más decirle, y terminamos hablando de los pacientes que atendí en el hospital el año pasado. Luego él habló de su madre, de su hermano postrado. Apenas mencionó a sus hijos. Antonio casi nunca me pide nada.

Me dijo que Diosito siempre está mirando, que me cuida. Juntó las manos, alzó la vista al cielo e imploró sonriendo: 
—Cuidala, cuida su sonrisa que es tan linda. Ella siempre me ayuda. No la dejes sufrir.

Mientras él hablaba, lágrimas calientes comenzaron a caer por mis mejillas. 

—¿Sabías que hubo un emperador romano que quiso poner a Cristo en el panteón de los dioses? —le dije—. Alejandro Severo se llamaba. ¿Te imaginas? Cristo en toga, junto a Hércules.

Antonio rió.
—Sos como Dexter, el dibujito, ¿te acordás? Sabés muchas cosas.
—¿Y qué hace este botón? —dije, imitando a Dee Dee.
Se rió balanceándose sobre sí mismo, y luego hizo una imitación de Johnny Bravo, flexionando los músculos. Sonreíamos los dos, recordando las viejas teles de tubo, que cuando se rompían había que golpear de un costado para que volvieran a dar imagen.

No le dije que al volver pensaba darme una ducha, acostarme y leer un rato. Sólo le dije que me iba a esforzar por descansar. 

No he hablado con Julio desde entonces, tampoco lo vi en todo el día. Llegará alrededor de las cinco.
Siento que una puerta se cerró. No pienso discutir, tampoco fingir frialdad. Simplemente no tengo nada que decirle.

No tendría forma de contarle que anoche, alguien que vive en la calle y me quiere, rezó por mi. 

D.