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Mostrando entradas de mayo, 2025

110. paloma

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Y si llama él No le digas nunca que estoy Di que me he ido No viniste. No importa. Ya no importa. Te esperé como se espera la fiebre: con el cuerpo abierto, ya rendida. Dije que no dolía. Mentí. Dolía en los párpados, en la espalda encorvada, en el gesto de seguir. El amor fue esto: un cuarto sin ventanas, un plato frío, mi nombre dicho en voz baja por alguien que no era vos. No escribo para vos. No escribo para mí. Escribo porque el silencio pesa y alguien tiene que barrer los restos. Quise ser muchas cosas y no fui ninguna. Me nombré con nombres que me quedaban grandes, o sucios, o rotos. Ahora me llamo cansancio. Un cansancio que no duerme. Que no se queja. Que sólo está. No me salvé. Tampoco morí. Estoy en el medio. En esa parte que nadie quiere contar. Y sin embargo, esta tarde, una paloma se posó cerca de mi. Nos miramos. No huyó. D.

109. apunte

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Y los pájaros, serán árboles En lo idéntico, de la soledad Estoy un poco desordenada por dentro. No sé si es tristeza, desgano, o sólo una niebla pasajera que se cuela cuando llueve. Puede que sea hormonal. Tenía que ir a la universidad, pero me levanté tarde. La lluvia tampoco ayuda. Hice lo de siempre: ducha, cara lavada, algún serum, y después, como si fuera un ciclo natural, el pijama otra vez. Es como si me disolviera antes de salir al mundo. A veces pienso que Vinicio me cree una vaga. Tal vez lo soy, a veces. Hoy estuve viendo algunas ofertas de trabajo, incluso en los últimos meses tuve buenas propuestas pero no las tomé a razón de cursar en este horario tan complicado que tomé. No sé cómo voy a hacer el siguiente cuatrimestre. No puedo creer que siga pensando en estas cosas.  Hoy sentí que tenía más años de los que tengo. No sólo en el cuerpo, sino también en los pensamientos, en ese fondo que no se ilumina con nada. Me comparé con nadie y perdí. ¿Dónde debería estar?...

108. calesita

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  Espera, aún la nave del olvido no ha partido. Cuando vivíamos en Freire, mamá solía llevarme a una calesita que quedaba al lado de las vías del tren. Era un terreno humilde, con un portón oxidado y pasto crecido en las orillas, pero para mí era un reino. El caballo con silla de cuero era mi fascinación: marrón oscuro, con la pintura descascarada y las riendas rotas.  La calesita abría tarde, y las luces, esas bombitas pequeñas de colores, apenas parpadeaban en lo alto como estrellas nuevas, justo cuando el cielo empezaba a oscurecerse. Mamá me agarraba fuerte mientras girábamos, y su mano me sostenía como si fuera el único punto fijo en todo el mundo. Ayer pasamos con Flor por ahí. No buscábamos nada, sólo caminábamos aunque yo sostenía una ligera esperanza. Nos sorprendió que el lugar siguiera existiendo. El portón seguía allí, con la pintura comida por los años. Estaba cerrado y parecía más un recuerdo que un espacio real. No creímos que funcionara todavía. Sentí una mezcl...

107. carta

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Es demasiado aburrido Seguir y seguir la huella Demasiado largo el camino Sin nada que me entretenga  Querida, Sé que estás cansada. Lo escondés bien, pero te pesa. Te pesa el cuerpo que odiás en secreto, la ansiedad que aún no tiene nombre pero ya tiene forma, los amores que confundís con redención y con promesas. Tenés miedo, aunque digas que no. Y lo entiendo. Lo entiendo desde este lugar que tampoco es tan lejos, sólo es más tarde. Hay muchas cosas que todavía no sabés, y tal vez no te hace falta saberlas. Que no te salvan por portarte bien, por tener la cara lavada o los gestos justos. Que el amor no alcanza, aunque duela dejarlo o perderlo. Que podés estar acompañada y sentirte sola. Que el silencio no siempre es vacío, a veces se parece a la paz que buscás con la punta de los dedos, como si pudiera tocarse, como si alguna vez alcanzara. No quiero darte consejos. Sería mentirte si dijera que no quiero cambiarte. Te he cambiado. Marqué nuestro cuerpo con tinta, como si pudier...

106. pasional

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Sin embargo me atormento porque en la sangre te llevo. Una breve pausa mientras se hace la comida (¿qué es una pausa sino breve?), y yo, otra vez, todo el día en mi cabeza. Me habito con la intensidad de quien no puede mudarse de sí misma. Los minutos me pesan como una piel mal colocada. Me pregunto si Vinicio seguiría amándome si me conociera realmente. No la versión que armo, que modero, que presento. No la risa amable, ni la tristeza domesticada. La verdadera. La que se arrastra a la cocina en silencio, que observa los cubiertos con una melancolía absurda. Me miro al espejo con ojos que han visto demasiado y aún así no entienden naday me pregunto si él podría mirarme el alma sin salir corriendo. Pienso en toda la gente que amé. Si alguna vez, de verdad, me amaron también. ¿O amaban el reflejo que daba? ¿La promesa que arrastraba? En el fondo siempre temí ser una confusión que otros supieron sostener un tiempo, hasta que no pudieron más. Observo los ojos de Gabriel y el tiempo se ...