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Después de una noche mal dormida, nadie gusta de nosotros. Una electricidad sube sobre mi espalda y se extiende hacia mis dedos que comienzan a teclear. Escribí, escribí, escribí. Es lo único que te puede salvar. Llevo días sin poder sentarme frente a la computadora y poder derramar aunque sea una palabra. Demasiado ruido, por todos lados. Ruido en el tren, en la calle, en los cafés, en el colectivo, en mi casa, ruido al despertar, palabras, palabras, palabras que no quiero escuchar. Silencio. σιωπή. Días donde los pensamientos se arremolinan en mi cabeza y me comprimen el cuerpo. Me quiero cerrar sobre mi misma, enterrarme en el centro de mi estómago y desaparecer. Son tantas las imagenes que llegan a mi mente que no alcanzo a recordarlas. Algo sobre el nombre de la esposa de Alex, el mantel que quiere mamá, Leonardo recorriendo los tachos de Recoleta, el pasto de Bernal, la mirada que puso Julio cuando vió un vídeo, un dato sobre Jung que Juan dijo al pasar, un...